miércoles, 18 de mayo de 2011

Ciencia, Sociedad y Desarrollo

Bienvenidos a la eterna búsqueda de la verdad, verdad que se va haciendo día a día, donde se va pasando de una teoría menos rica en contenido a una teeoría cada vez más rica en contenido que explica mejor la realidad.

domingo, 15 de mayo de 2011

FUNCIÓN ETICA Y POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL
DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
(Intervención del P. Gerardo Remolina Vargas, S.J.,
Rector de la Pontificia Universidad Javeriana)
(13 de febrero de 2007)


Nos hemos reunido en el día de hoy para la instauración del “Observatorio sobre Responsabilidad Social de la Educación Superior”, un hecho de extraordinaria importancia que marcará el compromiso de nuestras instituciones educativas. Permítanme, en esta ocasión, compartir con ustedes algunas breves reflexiones en torno a esta temática de trascendental importancia.

Resulta cada vez más aceptado en el mundo académico, casi como una suerte de axioma, que la responsabilidad social de la Educación Superior y, en concreto, de la Universidad, es algo que pertenece a su misma naturaleza. Así, por ejemplo, la “Declaración mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción”, hecha por la Conferencia Mundial, promovida por la Unesco y realizada en París del 5 al 9 de octubre de 1998, ha querido subrayar y reforzar este hecho.
La Universidad tiene como uno de sus objetivos primordiales el ser factor de desarrollo, orientación crítica, y transformación de la sociedad en que vive. Por ello debe insertarse en la realidad nacional estudiando, de manera operativa e interdisciplinaria, los grandes problemas que vive el país, produciendo conocimientos relevantes sobre estos problemas y presentando estrategias y alternativas para que de una manera seria y responsable se logre la transformación de la sociedad.

1. Presupuestos
Tres son quizás los principales presupuestos que se hallan a la raíz de las anteriores afirmaciones.
En primer lugar, la Educación Superior y la Universidad son un bien social. Es decir, ellas han surgido y se explican en función de la sociedad. La Universidad es para la sociedad y, en ese sentido, le pertenece: no es un bien privado sino social. En consecuencia, la Universidad no sólo debe actuar teniendo como meta el bien de la sociedad, sino que debe darle cuenta a ella de su gestión. La clasificación de las Universidades en públicas (o estatales) y privadas no se refiere a la naturaleza de su acción, sino a la forma de su gestión.
En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, la Universidad tiene una función política, entendida ésta en el sentido más auténtico de la palabra, es decir, como el arte de ordenar las fuerzas y poderes sociales para la obtención del bien común. El conocimiento que se engendra en la Universidad debe conducir a la búsqueda de las mejores concepciones y medios para la realización de dicho bien.
En tercer lugar, la Universidad debe ejercer esta función desde lo que constituye la naturaleza misma de su propia identidad, es decir desde la academia. La Universidad no puede convertirse en una corriente partidista, ni en una ONG o en una obra de beneficencia. Su labor específica es el saber y es desde él desde donde ha prestar una contribución eficaz en el ordenamiento de la sociedad.

2. La responsabilidad social de la Universidad
Toda labor académica de la Universidad y de sus Unidades tiene un contenido altamente social. Ella busca en efecto, formar hombres y mujeres integrales que presten un servicio profesional altamente cualificado a la sociedad. La Universidad ha formar “Hombres y Mujeres para los demás” con sólidos criterios éticos y humanísticos de solidaridad y excelencia en el servicio. La investigación en la Universidad pretende desarrollar el conocimiento, tanto científico como técnico, que permita una mejor y mayor calidad de vida. Y ello es altamente social.
Pero más allá de esa contribución genérica, la Universidad ha de dar una contribución específica y particular que permita responder a la situación concreta de la sociedad en la que vive. La Universidad y sus unidades no pueden ser ajenas a su entorno; deben no sólo situarse, sino orientarse hacia él y de alguna manera dejarse conformar por sus necesidades y urgencias.
Como consecuencia de lo anterior, la Universidad debe extremarse en la búsqueda y constitución de ciencias y técnicas pertinentes, tanto social como laboralmente, es decir, de ciencias y técnicas que toquen la realidad del país para ayudar a transformarla de manera inteligente y eficaz.

3. La función política de la Universidad
La ciencia por su naturaleza operativa, tiene hoy un mayor poder para actuar sobre el mundo y sobre la sociedad, la universidad, como empresa del conocimiento, está comprometida necesariamente con las consecuencias políticas y sociales del conocimiento.
La acción política de la universidad debe concebirse como una tarea coherente con su naturaleza de institución centrada en el conocimiento y la critica social.
Como afirmábamos arriba, la Universidad se ubica en la academia; ésta constituye su naturaleza. Por consiguiente, lo típicamente universitario es el saber (la ciencia) y el saber hacer (metodologías y técnicas). El poder que la Universidad debe ejercer en la sociedad es el poder del saber, del conocimiento. Esta es su contribución específica en el juego de poderes de la sociedad.
La acción política de la Universidad consiste en proyectar su saber sobre la sociedad para transformarla. Esta proyección ha de realizarla de diversas maneras. En primer lugar, conociendo la realidad en que vive y generando nuevos diagnósticos. Este conocimiento no puede ser un saber abstracto, sino concreto. De allí han de brotar nuevos modelos de interpretación social (labor hermenéutica) que permitan comprender inteligentemente el juego de las circunstancias y poderes que determinan la situación. Como consecuencia de lo anterior, la Universidad ha de generar nuevos saberes científicos metodológicos y técnicos en el campo de las ciencias positivas y especialmente en el campo de las ciencias sociales. Estas han de encontrar el saber hacer (los métodos) dentro de la sociedad, en el juego de los poderes políticos.
A la labor política de la Universidad corresponde el generar una nueva Ética y unos nuevos valores. El bien común no podrá realizarse si no es sobre la base de principios que garanticen la humanidad del hombre y de sus relaciones (ética) así como la dinámica afectiva y emocional (valores) que mueva a la prosecución del bien de todos, por encima del egoísmo y de los intereses particulares de individuos o grupos.
La función política de la Universidad exige que ésta defina su modelo de intervención en la sociedad de manera que pueda actuar en forma coherente, sistemática y ordenada.
A mi juicio, es aquí donde ha de situarse la labor de la Universidad, de la academia: en la identificación de los problemas claves del país, que subyacen al acontecer cotidiano de la política, enfocados desde la perspectiva de un nuevo proyecto de nación que todos anhelamos, de manera inconsciente, las más de las veces.


4. LA UNIVERSIDAD DEBE FORMAR AL APRENDEDOR MÁS QUE AL APRENDIZ
Frente a la revolución del conocimiento y de la información, el dato en si tiene una importancia relativa, permanecerá en la memoria muy poco tiempo, pronto será sustituido por otro. Habrá que acostumbrar la mente a estas mutaciones, la educación tendrá que propiciar la formación de estructuras mentales y descubrir estructuras propias de la disciplina científicas, antes que memorizar datos. Aprender la estructura es aprender cómo están relacionadas las cosas.
Este planteamiento conduce a un nuevo enfoque de la función docente que tendría que estar más orientada a preparar las mentes para el cambio, a develar las estructuras, a capacitarlo para que aprenda a aprender, a formar al aprendedor más que al aprendiz. La tarea de la educación es preparar al hombre para la vida, pero no para la vida entendida como un hecho terminado, sino como una realidad en continuo devenir, cambio, que condiciona otro tipo de educación: educación permanente, educación continuada, educación para el cambio.